lunes, 7 de febrero de 2011

Una coca-cola y unos triskis.

Antes de que endurecieran las normas de seguridad y nos obligaran a pasar el filtro cada vez, solía ir con cierta asiduidad a por suministros a la máquina de vending que tan primorosamente mantiene una de las compañías aéreas.
Para ello tenía que salir al patio de carrillos ( zona donde se manejan y transportan los equipajes) y caminar apenas unos quince metros hasta la oficina.
Las primeras veces tenía su puntito ver la trastienda, algún avión desplazándose por la pista, incluso encontrarse con un cassette ochentero de esos rectangulares que bien podrían ser un arma de destrucción masiva, y en el que uno de los trabajadores de rampa ponía a todo trapo música celta.

Lo que me sigue recargando un montón las pilas hoy en día, es el contraste entre la luz artificial del patio y el cielo abierto en la pista, entre el calor de la terminal y el aire fresco ( en el mejor de los casos) que no tiene recoveco donde esconderse, entre el trabajo en la oficina y las cientos de historias que podrían contar los pasajeros...

Con la nueva normativa, la operación que antes no superaba cinco minutos ( eso siempre que charlara brevemente con la gente de la compañía) no se demora mucho más pero sí supone un engorro tener que vaciar los bolsillos y descalzarme para ir a por una coca cola y unos trikis.
Así que ya casi no voy.

Quizás por eso esta mañana me apoyé en la pared un buen rato mirando hacia la pista, disfrutando de los cambios de luz, del verde que rodea las pistas, del aire limpio que olía intensamente a mar ( el Cantábrico está casi casi pegado al aeropuerto; la entrada y salida de Asturias por aire bien merece enfrentarse al miedo y asomarse a la ventanilla).

2 comentarios:

Pilo dijo...

Asturias mrece mucho la pena conocer por aire, mar o tierra,y si encima te espera una buena anfitriona...
Besos

Vane. dijo...

Po a ver si te aplicas el cuento y vuelves, que a este paso tu escapada de marzo la veo casi tan mal como la mía a tu pueblo jur jur jur :).
Bs.