lunes, 30 de mayo de 2011

Mujer ( asturiana ) que admiro.

Diría que hay una mujer como la que describo en casi cada familia, que cada lect@r de esta entrada puede verla reflejada con tan sólo sustituir los detalles más concretos.
Y que la Historia que las conforma a todas ellas no las hace menos únicas.

Huérfana de una madre a la que no recuerda, hijastra de una mujer "buena" pero que no fue capaz de encontrar su sitio, hija de un padre cariñoso a su manera al que nunca se sintió con derecho a pedir "protección" frente a los otros hijos, hermana pequeña de siete hombres que solían verla como una sirvienta, viuda a los 60 de un carpintero que le dio verdadero cariño ( y el pelo rubio a mi tía)...

Con ella aprendí que la educación no tiene nada que ver con los libros ( dejó la escuela a los nueve, y silabea en voz alta para comprender lo que lee, pero sabe estar en todas partes ), que la vida no es cuestión de blanco o negro, y que la Historia habla de quienes la crean, la combaten o la modifican, pero nunca de quienes " simplemente" bastante tienen con vivirla.
En ella ( y en lo que recuerdo de mi abuelo ) veo los mimbres con los que está hecha mi madre.

Los años la tienen algo menguada y frágil.
Pero para mí es GRANDE porque nunca la he visto ceder ante el rencor, a pesar de las perrerías de ambos bandos, de las privaciones, de los tiempos que le tocó vivir, del yerno maltratador al que jamás le negó hablar por teléfono con sus nietos, de la droga que la privó por un tiempo de uno de ellos, de las envidias ajenas...

Daría lo que fuera porque no hubiera tenido que pasar por nada de eso, porque estoy convencida de que todas esas experiencias no la hicieron como ella es: si acaso, matizaron un poco todo el amor que hay en ella.

El viernes pasado mi abuela cumplió 90 años.
No sé si la naturalidad con la que parece vivir su deteriorio ( aceptar ayuda para ducharse, o para abrocharse el pantalón en el baño) es otro gesto más de amor hacia nosotros o fruto de una cierta inconsciencia.
Pero le pone una media sonrisa, y una placidez que, al mirarla, por momentos me parece mentira que haya pasado por tanto, y es como si no lo hubiera sufrido.