lunes, 24 de enero de 2011

VII.

Tengo el día lolaylo.

domingo, 16 de enero de 2011

IV

Precioso día
de invierno.

martes, 11 de enero de 2011

Amor express.

El riesgo de esperar a que admitieras tu camino y quisieras recorrerlo conmigo, las lágrimas de alegría la primera vez que me cogiste la mano, los fines de semana sin salir de la cama resarciéndonos del mal sexo incial, el amor en tu mirada, las horas rehabilitando la casa y manteniendo la huerta, lo que me costó convencerte para que me dejaras escoger el nombre del niño ( Aridane ), el desgarro de los tres meses separadas temiendo que fueras a dejarme, la furgo acondicionada que machacamos en dos años y medio...

Habrá a quien esto le parezca poco.

Pero es cuanto me ha dado tiempo a pensar entre el instante en que te vi, al otro lado de la calle, y el momento en que nos cruzamos sin mirarnos.

Y no sé si lo hiciste pero, si te hubieras vuelto, yo ya estaría imaginando recuerdos de una vida con otra mujer ( la número ocho en lo que va de mañana ).


Despedida.

Me mantuve en silencio todo el camino, sintiéndome culpable si pensaba " lo más lógico es que ya no esté ", con un nudo en el estómago y, también, comenzando a tomar distancia con lo que estaba por pasar.
Vi a mi madre y a mi tía abrazarse con un llanto apagado y, aún así, necesité un tiempo para comprender que había muerto.
Mis primas no hablaban, mi hermana me buscaba con la mirada, mi padre cabizbajo.
Reaccioné por fin, pero apenas unos minutos; sollozaba sin poder arrancarme, hasta que me tranquilicé y me quedé en mi mundo.
Percibía a los demás pendientes de mí a través de su propio dolor; podría haber descrito exactamente lo que debería haber sentido, pero mis emociones no estaban.
Bajamos todos a la morgue, esperando a los de la funeraria. Una celadora preguntó si queríamos pasar a despedirnos, y cuando se estaba yendo me levanté como un resorte para acompañarla.
Mi madre quiso venir conmigo pero supongo que la tuve que fulminar con la mirada o algo así, porque se quedó paralizada a medio levantarse.

Yo sólo había visto un cadáver antes de esto; tendría unos ocho años, y a quien vi fue a una niñita como de cuatro; diría que lo que verdaderamente me impreisonó fue el vestido tan formal que le habían puesto; ella parecía verdaderamente dormida y tranquila.
Así y todo, esa imagen no se me olvidará en la vida.

Más de veinte años después, caminando unos pasos por detrás de la celadora, me asaltó el vértido de pensar si en el hospital habrían tenido el tiempo necesario para eliminar del rostro de mi abuela las huellas de la mascarilla y del desgaste tan breve ( apenas veinticuatro horas ) como arrollador.
Pude haberme dado la vuelta pero entré en la sala, tuve la opción de irme cuando vi dos fundas como las que aparecen en las películas pero pensé " no está sola ", y para cuando comencé a entreverle el pelo deseé tan sólo que l que estaba por ver no me cambiara para siempre la vitalidad con que quería recordarla.
La piel y el cabello tenían el mismo tono que apenas unas horas antes, cuando entramos a verla a la tarde, dormida, ovillada, sin muestras de dolor.
Cuando, días más tarde, me preguntaron, dije que parecía en calma, y no mentí del todo.
Pero tampoco se me olvidará nunca que su boca permanecía entreabierta, como si aún tuviera la mascarilla y qusiera absorver la mayor cantidad posible de oxígeno.
Como tampoco se me olvidará el tacto aún cálido de su frente cuando la besé.

La escena en aqulla sala apenas duró treinta segundos; en algún momento comencé a llorar con calma, y supe que no sería capaz de compartir mi duelo.