martes, 29 de julio de 2008

IN MEMORIAN

Así que recuperamos el contacto tras dos años sin saber de ti, y cuatro conversaciones después te ves reducida a un archivo en un procesador de texto.
De quien yo era cuando me conociste, y cuando te enamoraste de mí, sólo quedaba la absoluta disposición a escucharte en tus caídas .
De quien tú eras cuando nos conocimos, y de quien seguiste siendo cuando no me enamoré de ti, no eché nada en falta.
Tú atormentada y exponencialmente autodestructiva, encadenando huidas hacia adelante; cariñosa, íntegra y entusiasta con la misma pureza que irradian los niños.
Yo paciente y egoístamente temerosa, blindando mi conciencia contra la derrota de no arrebatarte al alcohol y los barbitúricos.
Entre el verdadero principio y este nuevo comienzo de hace seis meses habitaron tu amor y mi amistad, la rabia y la impotencia ( por ambas partes pero por motivos diferentes), los nudos en el estómago esperando descubrir cuál de tus demonios se encontraba al otro lado de la llamada, la esperanza de que ese fugaz entusiasmo por fin confirmara tu verdadero carácter, el alivio culpable de encontrarme a miles de kilómetros de ti, la punzada de comprobar cómo pasas de aferrarte a mí a no querer saber cómo estoy en dos años, el asco de no acordarme de ti en todo este tiempo…
Ahora solo me importa recordar tu risa, y las contadas horas de calma que me permitieron ver las chispas de tus ojos sobreponiéndose a la tristeza y al autocastigo. Son mi única arma contra la vergüenza: porque el final que te sospeché ha terminado llegando; por creerme que, mientras caías, no hubo un segundo en que recobraras la conciencia y, con ella, el pánico de comprender lo que te esperaba once pisos más abajo; por saber que quien escuchó a tu pareja hablar de tu suicidio y quien lleva seis días haciendo vida normal somos la misma persona; y vergüenza de que tan sólo escribiendo sobre ello soy capaz de sentir algo.

viernes, 11 de julio de 2008

ACENTOS

Ella busca el acento que siempre ha tenido su propia voz, y no lo encuentra: permanece suspendido al otro lado del teléfono, entretejiéndose con las voces que la rodearon toda su vida.
Y continúa prendido a su memoria durante el tiempo en que ella recrea esas conversaciones con una cadencia casi mántrica, hasta conseguir que sus pensamientos existan sólo dentro de él.

Una gestación de sonidos.

Cree que, entonces, su voz será, de nuevo, la suya.
Aún necesita tiempo para comprender que se equivoca.
Porque, para regresar a esa voz, no debe pensar con ese acento, sino pensar en reproducirlo : ya no surge con aquello que dice.
Se le ha ido desprendiendo con la misma sutileza con que comenzaron a nacerle expresiones y cadencias de este otro habla.
De pronto, es consciente de que aquella premeditación imprescindible para imitar su acento de acogida, es la misma a la que debe recurrir ahora.
Es entonces cuando se extiende la estupefacción de no poder determinar en qué instante se produjo el paso de un mundo a otro.