viernes, 8 de agosto de 2008

MIRADAS

Las primeras veces pensé que era simple casualidad el hecho de que nuestras miradas se cruzaran: tantas cosas por ver en aquel centro comercial; tan común el engaño de la perspectiva según la cual los ojos parecen encontrarse, pero nunca se ven.
Además : normal que yo me fijara en ella, pero ella en mí…
Para intentar ponerle objetividad al asunto fingí interés en todo artículo situado cerca de un espejo ( o de cualquier superficie mínimamente reflejante ) que me permitiera controlar sus miradas y sus movimientos aún encontrándome de espaldas a ella.
Durante casi media hora mi ánimo estuvo rebotando de un sobresalto a otro : el de comprobar que, efectivamente, me estaba mirando, y el de darme cuenta de cómo el afán por esconder mi estrategia me hacía perderla de vista por un segundo.
Entonces, con el corazón y el orgullo inflamados a partes iguales ( “ la primera vez que ligo así; la primera vez que ligo sin mediar palabra”), decidí pasar al ataque, sostenerle las miradas un segundo de más, remolonear en un par de expositores más cercanos a ella para comprobar cómo se acercaba…
Fue ella quien tomó el control: me miró fijamente y esperó a que le devolviera la mirada, y siguió mirándome mientras echaba a andar invitándome a seguirla. En una misma fracción de segundo fui capaz de pensar que mi corazón bombeaba con una fuerza que mi cuerpo no podría soportar, y que afortunadamente me había depilado esa mañana.
¿Cómo iba a fijarme en que la puerta que cruzamos no era la de los aseos? ¿De qué me hubiera servido? : el segurita surgió de ninguna parte para aplastarme contra una mesa, esposándome a la espalda mientras ella me vaciaba la mochila sin miramientos ( mi pobre y caro móvil acabó sus días hecho añicos en el suelo de ese cuarto infernal).
La tarde más larga de mi vida acabó varias declaraciones idénticas después, cuando la hora en un ticket de compra y la confirmación de la dependienta (que recordaba lo especial de mi pedido) me situaron definitivamente fuera del lugar del robo.
Salí de allí con el orgullo hundido para siempre, temblando de miedo, furiosa porque mi doble( ese que todos parecemos tener en alguna parte del mundo) decidiera delinquir en mi misma ciudad, y jurándome que me buscaría las habichuelas erótico-sentimentales únicamente a través de internet…

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